101 COSAS QUE APRENDI EN LA ESCUELA DE ARTE

Autor: White, Kit
Editorial:GGILI
# Páginas:202 páginas
Dimensiones:16x16 cm
Empaste: Rústico
Idioma(s):Español
Código ISBN: 9788425225970
Precio: S/ 110.00
Edición: 1ra Año: 2014
Disponibilidad:En Stock
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Un pequeño compendio de consejos, máximas y reflexiones para estudiar, pensar y actuar como un artista. Especialmente recomendado para artistas en ciernes, diseñadores emergentes, creativos esforzados y maestros consagrados.

El arte es un concepto que nos pertenece a todos. Está presente en todas las culturas. Tome la forma que tome, o sea cual sea el reto emocional, estético o psicológico que plantee, el arte resulta clave en la percepción que una cultura tiene de sí misma. Al desarrollar los contenidos de este libro me he esforzado por tener siempre presente esta cuestión, pues, aunque quizá sus lectores más probables sean los estudiantes y profesores de arte, para emprender la lectura de la presente obra no es una condición indispensable desarrollar una práctica “artística”. Las lecciones que extraemos del ejercicio del arte conciernen a casi todas las cosas que experimentamos. El arte no está separado de la vida, el arte es, precisamente, la descripción de las vidas que vivimos. Por ello, este libro está dirigido a todos aquellos a quienes interese el arte y la forma en que este enriquece nuestra existencia.

Aunque los seres humanos llevamos decenas de miles de años produciendo objetos artísticos, la existencia de las escuelas de arte es un fenómeno relativamente reciente. Tradicionalmente, los artistas se formaban en talleres o como aprendices de otros artistas en activo, a las órdenes de un maestro. Pero la escuela de arte contemporánea, como parte de una educación humanística más amplia, es una experiencia completamente distinta que refleja la medida en la que hemos llegado a entender el arte como una extensiónde nuestra cultura cotidiana. El arte está por todas partes. Nuestra manera de crearlo, de verlo y de analizarlo está en constante evolución. Es precisamente ese constante desarrollo, esa transformación incesante del arte, la que ha determinado el contenido de este libro. Algunas de las lecciones que incluye tienen que ver con maneras de hacer y de representar, pero otras nos recuerdan la necesidad de buscar, de conocer, de dudar.

Como docente, estoy convencido de que la técnica debe ocupar un lugar importante en la educación artística, porque los artistas son, en esencia, ejecutores. Si conocemos en profundidad los detalles y los procesos que implica su creación entenderemos una imagen o un objeto y las reacciones que desencadena, de manera diferente. Esta es una de las razones por las que enseñar a copiar siempre ha sido parte importante de la formación en Bellas Artes. Los artistas asimilan toda una gama de datos psicológicos, estéticos, políticos y emocionales, para luego crear formas con las que organizar y dar sentido a esos datos. La tarea requiere habilidad y práctica, una combinación de inteligencia y observación aguda. Pero si se carece de las herramientas que permiten crear esas formas el ejercicio resulta tan frustrante como tratar de contener aire en una red… y a menudo igual de inútil. Disponer de las habilidades básicas para la creación de formas permite al estudiante tender el puente que conecta la idea y su materialización. Como la mejor manifestación de las ideas artísticas son las obras de arte que ya existen, he elegido ilustrar las lecciones que componen este libro con imágenes basadas en obras de arte históricas y contemporáneas —a fin de acompañar cada idea, lección o concepto de su correlato visual o de la imagen oportuna—. Los dibujos, con sus imperfecciones y distorsiones, son míos. Así sirven para demostrar aquello de lo que tratan la mayor parte de los textos: cómo aprendemos observando e intentando plasmar ideas que a menudo ya han sido ejecutadas con éxito por otros artistas con anterioridad. Si estos dibujos consiguen ilustrar lo difícil que resulta reproducir la sutileza y los matices de las imágenes de otros artistas, sirvan de humilde reconocimiento de la diferencia que existe entre el resultado de una auténtica obra de arte y el de una copia. Estas imágenes no pretenden en ningún caso sustituir a los originales en los que se basan, a excepción de mis propias creaciones, ni tampoco implican que sus autores compartan mis afirmaciones. Son meras referencias visuales a artistas, ideas y obras que creo que los estudiantes de arte deben conocer y que otras personas pueden querer tener en cuenta. No obstante estas salvedades, agradezco que tantos de los artistas cuyo trabajo represento aquí hayan expresado su comprensión y aprobado mi tentativa, y en ese sentido, valoro su disposición a colaborar con mi proyecto.

Cuando estudiaba Bellas Artes, nunca imaginé que terminaría dedicándome a la docencia. Me preocupaba exclusivamente llegar a hacer cosas. En aquella época, mis sentimientos reflejaban la máxima atribuida a George Bernard Shaw que reza: “Quien puede, hace; quien no puede, enseña”. Sin embargo, tras un par de décadas en activo, descubrí que todos esos debates críticos iniciales que surgían de la necesidad de saber y la pasión por hacer cosas pasaban a ocupar una parte cada vez menos importante de las conversaciones que mantenía con mis colegas del mundo del arte. Echaba de menosel ejercicio de volver a donde empecé, de reconsiderar las premisas más básicas, de plantearme de nuevo las primeras preguntas. A medida que la posibilidad de adquirir nuevas perspectivas en cada recodo del camino se complicaba y se alejaba empecé a reflexionar sobre las cuestiones que debatíamos en la escuela de arte y sobre las razones por las cuales aquellas conversaciones nunca debieron haber cesado. Las cuestiones que nos planteamos cuando somos estudiantes de arte son lecciones vitales que deberíamos atesorar siempre. Sin ellas, dejamos de ser estudiantes de la vida